Especial Informe CarpeDiem
Días antes del inicio de una operación militar rusa en Ucrania, el Viceprimer Ministro del Gobierno de Vladimir Putin, Yuri Borísov, visitó Venezuela, Cuba y Nicaragua para reforzar sus alianzas con los gobiernos de esos tres países.
En Caracas, la visita contempló una nueva agenda de trabajo de la llamada Comisión Intergubernamental de Alto Nivel (CIAN) Rusia y Venezuela, que en diciembre de este año cumplirá 20 años de haberse instalado. En declaraciones a la presa Borisov señaló: “hemos revisado el mapa de la geopolítica mundial, el estado de la cooperación bilateral Rusia-Venezuela y hemos abordado con detalle cada uno de los aspectos de la cooperación comercial, energética, financiera, en el campo de la salud, cultura, educación, y militar”. 
Más allá del fortalecimiento de lazos que ya existen, para muchos entendidos la visita tuvo más bien un interés mediático, buscando señalizar en el hemisferio la creciente influencia que hoy puede tener Rusia en el continente. Días después de la visita, Rusia reconoció la independencia de las regiones ucranianas Donetsk y Luhansk en lo que sin duda constituyó el preludio del ataque militar a gran escala sobre Ucrania.  ¿Qué tan importante es la presencia rusa para Venezuela, pero en particular para el gobierno de Nicolás Maduro? ¿Qué implicaciones puede tener el conflicto y Ucrania y Rusia, y en particular las sanciones sobre Rusia, para Venezuela? 
Sin la menor duda Rusia ha sido una fuente de apoyo internacional para el gobierno de Nicolás Maduro, cuando ha expresado su reconocimiento en todas las instancias de deliberación internacional. Desde hace varios años Rusia además se ha convertido en un singular socio estratégico en medio de la severa crisis que ha registrado Venezuela. Si bien la relación Rusia-Venezuela no es una alianza militar en tanto no hay un acuerdo de defensa mutua, si existe una estrecha sociedad en el terreno diplomático, económico y militar entre dos naciones que comparte, como denominador común, el escenario de sanciones internacionales. 
La Venezuela chavista/madurista ha profundizado a lo largo de los últimos 20 años sus relaciones con Rusia a partir de una gran cantidad de acuerdos de convergencia geopolítica, energética y tecnológica-militar. Vale recordar que a la fecha, Venezuela y Rusia cuentan con 264 acuerdos suscritos en materia agrícola, petrolera, gasífera, industrial, minera, militar, y en turismo, entre otros, como parte del desarrollo de la CIAN. 
Pero una buena parte de ese significativo esfuerzo se ha ido diluyendo en el tiempo en la medida que la crisis venezolana avanza, pues muchos acuerdos no se han consolidaron y los grandes y más visibles negocios en materia energética y militar se han reducido al punto que hoy constituyen una minúscula porción del pasado. 
En el campo energético, la salida de Rosneft del negocio petrolero venezolano, en particular de la explotación y distribución del crudo en algunos de los campos más importantes del país (Petromonagas, Boquerón, Petrojunín y Petrovictoria), y la entrada de un consorcio ruso de propiedad estatal en su sustitución, hizo ver claramente que la presencia petrolera en Venezuela era más un dolor de cabeza que una fuente de negocios para las empresas rusas de capital mixto como Rosneft. 
Las condiciones de Rosneft en Venezuela empeoraron después de la introducción de las sanciones estadounidenses contra las filiales comerciales de TNK Trading International SA y Rosneft Trading (en febrero y marzo de 2020). Así que el apoyo ruso en materia petrolera pasó súbitamente de la explotación y comercialización del crudo, al terreno de las cobranzas, donde los bancos rusos aglutinan cierta experiencia para eludir las sanciones. 
Al decidir la Unión Europea, junto a Reino Unido, Canadá y EEUU, suspender a un cierto número de bancos rusos del proceso de datos compartidos y la red de telecomunicaciones mundial SWIFT, las  cobranzas del negocio petrolero internacional del Venezuela desde el sistema financiero ruso se complica. 
En perspectiva, si bien el alza significativa en los precios del crudo (como consecuencia del conflicto en Ucrania) representa un potencial beneficio en materia de ingresos externos para PDVSA en el corto plazo, toda la trama de sanciones a Rusia complica la colocación y el cobro de ese crudo, ya que parte de los pagos se mueven a través de Rusia. 
No obstante, el escenario de conflicto puede asomar algunas oportunidades para Venezuela si se vislumbra alguna posibilidad de recuperar algunos de los mercados y clientes habituales en los EE.UU. 
Hasta el pasado año 2021 Rusia era después de Canadá la fuente de materia prima más importante para las refinerías norteamericanas y en cierto modo había sustituido al petróleo venezolano en varios destinos en Texas y Louisiana. Pero esa realidad ahora cambia y en perspectiva Venezuela pudiera convertirse una vez más en una fuente de suministro conveniente para el mercado norteamericano. Para Venezuela las ventajas son muy evidentes al colocar crudo a precios más convenientes y sin obstáculos para las cobranzas. Por otro lado, con las licencias y garantías de rigor, hay quienes incluso apuestan al desarrollo de oportunidades como debt-for-equity. 
Los obstáculos para consolidar ese objetivo son, sin embargo, muy significativos y a nuestro juicio hay tres de importante envergadura: a) La retórica de Nicolás Maduro en apoyo a las acciones de Putin; b) La posición cerrada que mantiene una parte del gobierno interino con respecto al tema las sanciones y que tiene una alta resonancia en Washington; y c) Las elecciones generales de mitad del período en los Estado Unidos donde el tema venezolano puede tener relevancia y generar cautela en los aspirantes demócratas. 
Dicho lo contentivo a las implicaciones que puede tener el conflicto en Ucrania sobre la trama energética ruso-venezolana, conviene bosquejar lo relativo la relación de Venezuela y Rusia en terreno militar. Bien se conoce y así lo revelan los datos del Stockholm Internatinal Peace Recherch Institut (SIPRI) que el mayor proveedor de armamento en los últimos 12 años para Venezuela ha sido Rusia, seguida por China y España. Sin embargo, es importante resaltar que las importaciones de armamento ruso de Venezuela tienen una altísima correlación con los ingresos de origen petrolero del país. Así que la merma significativa de recursos para costear importaciones de armas, ha precipitado la caída de las importaciones de armas y equipos de defensa desde Rusia. 
Así que lo que ha quedado para los tiempos presentes ha sido la asistencia técnica y la presencia de personal técnico ruso que brinda apoyo y soporte para la enorme variedad de equipamiento ruso que opera la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). También hay elementos de capacitación, unidades de fuerzas especiales rusas, así como empresas contratistas militares que proveen capacitación a personal militar y policial venezolano. Esa asistencia no va a aumentar con el conflicto en Ucrania e incluso aquel presumible despliegue de unidades de combate operadas por Rusia en Venezuela y Cuba, aparentemente sugeridas por el Vicecanciller Sergei Ryabkov, nos parece lejos de materializarse en el corto plazo.