¿Qué voy a hacer el año que viene? No suelo hacerme esta pregunta al final de cada diciembre. Tampoco suelo escribir cartas al espíritu de la Navidad, y mucho menos pedir deseos a las uvas del tiempo (salvo en la ocasión que mi corazón reclamaba la atención de una chica y la experiencia fue tan mala, que decidí que el tema de las uvas es parte de la publicidad engañosa que nos invade a diario) Sin embargo, este diciembre es diferente. Me estoy lo estoy preguntando.

Y no es por culpa de la crisis de los 30 años como podrán pensar muchos, realmente creo que mi crisis será a los 31. Realmente varias personas me han interrogado sobre mis planes. Creo que la espiral de dudas con relación a mi futuro la comenzó Miguel Maita (editor de opinión de El Universal y uno de mis padres profesionales), la siguiente pregunta la hizo el pana José Leonardo (el esposo de la rectora), la tercera la realizó Celina Carquez (la reportera), la cuarta Ingrid Rojas (la reportera heredera de la otra reportera); la quinta Carlos Márquez (el productor), la sexta Analy Ugas (la próxima mamá), después preguntó Julio Borges (el vicepresidente que no fue)…así que ante el clamor popular me tengo que preguntar en serio, muy en serio, qué voy a hacer el año que viene.

Creo que repetí hasta el cansancio que me gustaría culminar el ciclo electoral que –con algunas visitas esporádicas al CNE, comencé en 1998- para definir mi futuro. El problema es que el ciclo terminó y sigo acá, pensando en la inmortalidad del cangrejo.

Algunos dirán que 8 años en una empresa (en El Universal, además) es mucho tiempo. Realmente es así. Es el tope de meses consecutivos que se suelen asociar en gerencia con el final de las etapas. Por lo pronto, sé que me tengo que cambiar de puesto en la redacción (no porque quiera, sino porque así lo decidieron) algo anecdótico para muchos; para mí muy importante porque en esta silla, desde esta perspectiva, crecí como persona, y como reportero.

Algunos dicen en la calles que soy algo así como el “niño” consentido de El Universal. No sé de dónde viene esta especie, pero no es así. El hecho que se decidiera cambiarme de puesto con la misma delicadeza que se agarra la mesa de la televisión y se varía su lugar en el cuarto demuestra que lo de consentido, es más bien “ignorado”, “prescindible” dirían algunos.

Y lo de ignorado se vio con mucha magnificencia en los meses previos a la elección. Pondré el ejemplo de la competencia directa, el pana Javier Pereira de El Nacional. Un chamo muy talentoso, que realmente obliga a que uno dé lo mejor de sí en la cobertura diario. A Javier, con menos años de experiencia, El Nacional le dio su propio blog electoral, le encomendó coordinar un suplemento especial y le permitió investigar, mientras otros se encargaban de hacer el día a día.

Lo que le permitieron hacer a Javier era lo que en líneas generales deseaba implementar como fin de ciclo. Pues, no. Tuve que conformarse con hacer el día a día del CNE. Algunos dirán que esta lineas son producto de un ego resentido. Tal vez tengan razón, no obstante el viaje a EEUU para las elecciones parlamentarias del 7 de noviembre demuestra lo contrario.

Veamos, el reportero de El Universal está allá. Con información de primera mano. Pues, ni una llamada, ni una sugerencia de trabajo especial. Y en comparación, Elí Bravo me llamó tres veces para aprovechar mi estadía en EEUU para su programa, y de Perú y de Panamá y de México. A todos informativamente les interesó la comparación del uso de las máquinas en EEUU y Venezuela, menos al periódico para el cual trabajo, ¿interesante, no?

Y regresé de EEUU, información de primera mano sobre Smartmatic, la investigación federal, la comparación del sistema electoral norteamericano con el venezolano y todavía estoy esperando la aprobación de “la mesa” (los que conozcan el argot periodístico sabrán a qué me refiero) para hacer algunos trabajitos.

Bueno, tengo que reconocer que si se preocuparon por mí. Desde que llegué Noris Vázquez (la editora del quinto cuerpo) me persigue para que le escriba algunos suplementos de turismo de San Francisco y Las Vegas. Por lo menos, alguien me toma en cuenta.

En algún momento expuse mi idea de, culminado el proceso electoral, dedicarme a hacer trabajos especiales para la sección. Craso error. Primero porque en el modelo de El Universal la investigación no es una opción y concebir trabajos de más de 100 lineas (o 3.500 caracteres) es todo un drama conceptual, y segundo porque este lugar parece reservado “a la mejor pluma de la sección” Parece evidente que el próximo año tendré que conformarme con hacer diarismo, tapar huecos y reconfortarme en el puesto escondido de la redacción; que ante estaba destinado a los chivos, a los investagodores y ahora al repele.

En este escenario, la pregunta que motiva estas lineas –muy amable por leer hasta acá- es más pertinente que nunca. Por ahora tengo el librito sobre el 3D. Y todavía dudo de su contenido. Dudo porque tengo dos versiones de la mayoría de los capítulos (por eso me he tardado tanto) Una, políticamente correcta, y la otra la que me provocará –según Miguel Maita- muchos enemigos, especialmente en el periódico; yo simplemente pienso que incrementará el recelo de algunos(as) Evidentemente, la publicación de la versión 1 o la versión 2 estará condicionada por la respuesta a la pregunta: ¿Qué voy a hacer el año que viene?, ¿me refugio en mi nuevo puesto, apartado de la redacción y trato de hacer trinchera y seguir creciendo como reportero o busco nuevos horizontes?