Latinoamérica es un gran cuartel en donde los conflictos civiles son, irremediablemente, resueltos por los militares. Por esta razón nuestros sistemas de gobierno son débiles y nuestros gobernantes incoherentes.
El golpe de Estado en Honduras no es un capítulo aislado de nuestra historia, es sólo la consecuencia del conflicto geopolítico que, desde Venezuela, se extiende por el continente.
Es obvio que hay que rechazar el golpe en contra del presidente Manuel Zelaya; sin embargo, también se debe rechazar que el proyecto político venezolano intente tomar utilizando una pseudo institucionalidad el territorio hondureño. Justificar un error con otro, es sólo equivocarse dos veces.
Históricamente Centroamérica es la región más endeble de todo el continente, aunque cuente con Costa Rica, que exhibe la democracia más consolidada de estas tierras. Es tan débil esta región que sus países se caracterizan por ser escenario de gobiernos dictatoriales, gobiernos de oligarquías, cuartelazos, fraudes electorales, magnicidios y guerrillas.
En definitiva, los países centroamericanos tienen instituciones muy débiles que pueden ser víctima del financiamiento que sólo persiguen comprar lealtades políticas. Financiamiento que puede venir de EEUU o de Venezuela.
Lo único que nos demuestra el caso de Honduras es que nuestras instituciones, nuestros gobiernos, nuestros gobernantes y quienes aspiran a gobernarnos tienen criterios acomodaticios al punto que las actuaciones se catalogan como buenas o malas dependiendo de quien las asuma. Totalitarismo absoluto en donde la lógica de pensamiento se puede resumir de esta manera: “La guerra es buena si la hacemos nosotros, y mala si la hacen nuestros enemigos”.
El devenir del caso hondureño no debe provocar que olvidemos las preguntas que se van quedando sin respuesta: ¿Por qué la Sociedad Interamericana de Prensa reclama por la libertad de expresión en Venezuela, pero no se pronuncia por el silencio informativo de los medios en Honduras? ¿Pueden las instituciones legalmente constituidas dar o justificar un golpe de Estado? ¿Cómo se permite que Raúl Castro ofrezca lecciones de libertad y democracia? ¿Por qué se condena el bloque a Cuba pero se promueve un bloque en contra de Honduras? ¿Asistimos a un golpe de Estado o a múltiples golpes de Estado?
La única certeza que me queda de esta desastrosa situación -me atrevo a decir que provocará la ruptura irremediable de la OEA- es que los militares no pueden seguir siendo los árbitros de los conflictos políticos en Latinoamérica, mientras sea así, la posibilidad que un presidente aparezca en pijama en otro país seguirá latente.