Hasta el 20 de junio el panorama político venezolano era complejo. Por primera vez la oposición podía exhibir tres liderazgos consolidados como eventuales rivales del presidente Hugo Chávez (esto jamás había ocurrido en una década). En un eventual cara a cara entre el Jefe del Estado y el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, el Presidente obtenía 35,4%, y el abanderado de Primero Justicia 34,7%. Si el cara a cara fuese contra el ex alcalde de Chacao, Chávez capitalizaba 36,2% y Leopoldo López 29% y aún sin lanzarse oficialmente el gobernador del Zulia, Pablo Pérez, obtendría 25,9% y Chávez 36,4% Otros liderazgos como el de Antonio Ledezma o María Corina Machado aún no aparecen consolidados en las encuestas para enfrentarse al Jefe del Estado. No obstante se debe esperar la evolución de la campaña. 
Así estaba el país hace un mes, ahora la situación pasó de compleja a incierta. 
Chávez enfermó. Y la incertidumbre sobre su estado de salud y evolución obligan a analizar al país en, al menos, cuatro escenarios: 

  1. El Presidente se recupera satisfactoriamente de sus dolencias 
  2. El Presidente no logra recuperarse, pero continúa en la campaña por la reelección 
  3. Su cuadro médico obliga a Chávez a designar y construir un(a) sucesor(a) 
  4. Venezuela se queda sin Chávez. 

A falta de información oficial precisa (que evidentemente responde a una estrategia electoral) los escenarios 2 y 3 parecen los más viables en este momento. La ausencia de Chávez durante su convalecencia en La Habana demostró que el chavismo es ingobernable sin él (aún peor de lo que fue la oposición entre los años 2004 y 2009). 
Los rumores sobre un supuesto estado de salud precario hicieron que todos los grupos oficialistas intentaran quedar lo mejor posicionados para “tomar” el poder (convendría analizar en profundidad que entienden algunos dirigentes del chavismo con “tomar” el poder). Así que el país fue testigo silencioso de las luchas de poder entre los grupos de Diosdado Cabello (+ Jesse Chacón), Francisco Ameliach, Reyes Reyes, Elías Jaua (+ Jorge Giordani + el Frente Francisco Miranda), Tarek El Aissami, Nicolás Maduro (+ Cilia Flores + Jorge Rodríguez + Aristóbulo Istúriz), Rafael Ramírez, Adán Chávez, José Vicente Rangel, etc. 
Sin embargo, Chávez regresó. Disminuido, pero regresó. Y desde que está en Caracas se ha dado a la tarea de controlar los demonios desatados en su ausencia. No en vano, ratificó a todo el Gabinete y al Alto Mando Militar (en el aspecto militar esta es una postura consecuente en el Jefe del Estado) en un intento por controlar una situación que podría ser perjudicial para su reelección. 
La meta del Jefe del Estado, y de sus próximas apariciones públicas, será la de demostrar a la galería que su gobierno y su familia están unidos, sin aparentes grietas. El(la) aparente sucesor(a) aún no aparecerá. 
Como ocurrió con la estrategia electoral ante el referendo por la reelección en el año 2009, se intentará posicionar en la opinión pública la idea que el país es ingobernable sin la presencia de Chávez, volverán los spot que haciendo un ejercicio de futurología advierten que desaparecerán las misiones y vendrá la persecución. Esta imagen ya intentó “venderse” con aparente poco éxito durante su reposo en Cuba. 
No obstante, la estrategia que sirvió en 2009 podría resultar contraproducente en este momento. Lo que hizo que los venezolanos apoyaran al Presidente paradójicamente podría tener en este instante el efecto contrario. 
Hace dos años el venezolano veía al Chávez invencible, al mito, al que siempre estaría comandando al Estado; ahora se observa al Presidente humano, al que puede faltar y en su ausencia, más que el caos desatado que anticipan los analistas de VTV, vendrá la pérdida de privilegios de una clase política que copió -y perfeccionó- los peores vicios de la Cuarta República. Y por esta pérdida de privilegios es que el chavismo se hará ingobernable. 
Venezuela necesita a Chávez, sin duda. Lo necesita para controlar a los distintos sectores de la revolución bolivariana, a los que creen en ella y a los que se valen de ella para enriquecerse. 
Si los temores por la ausencia del Presidente se hubiesen producido entre 2004 y 2009 la situación sería distinta, porque la precaria institucionalidad del país, unida a la ausencia manifiesta de liderazgos consolidados en las regiones daría paso al caos. No obstante, el escenario actual es distinto. Aunque el chavismo carece de quien conduzca la revolución, sí existen liderazgos -en la otra acera- que pueden garantizar que se mantenga la institucionalidad. 
Sin Chávez, 32,4% de los venezolanos (que se autodefinen como chavistas) se quedarán sin guía, y la revolución sin norte mientras transita un camino similar al que ya recorrió la oposición. La duda es cómo reaccionarán el resto de los venezolanos: ¿Se dejarán consumir por las dudas e incertidumbres del chavismo? ¿Entenderán que el país está pagando el precio de confiar en un movimiento basado exclusivamente en las ideas -y ahora la salud- de un hombre? ¿Votarán por quién no puede garantizar la continuidad de sus privilegios? ¿Permitirán que el país copie el modelo sirio en el cual el Presidente “designa” a su sucesor?