Llegó la hora que todos los venezolanos nos quitemos las caretas. El 2 de diciembre pasado 51% de las personas que acudieron a votar en el referendo constitucional rechazaron la expropiación sin declaratoria previa de utilidad pública; 51% votó en contra de convertir a la Fuerza Armada Nacional en Fuerza Armada Bolivarina; 51% no apoyó la propuesta de incorporar a la reserva como componente de la FAN y 51% rechazó que el Presidente pudiese nombrar a dedo a las autoridades regionales con poderes y facultades superiores a las de gobernadores y alcaldes.
Siete meses después el Presidente aprobó un conjunto de decretos-ley que incluyen todas las disposiciones que se rechazaron –aunque sea por escaso margen- en el referendo constitucional. ¿Eso es normal?, ¿para qué votamos el 2 de diciembre?, ¿el resultado del referendo constitucional no era vinculante?, ¿la mayoría simple no se utiliza en nuestro sistema electoral?
La reacción inmediata de los venezolanos a la promulgación de los decretos-ley se puede dividir en tres grandes grupos:

El primer sector aplaude, hasta que le sangran las manos, la decisión del Presidente. Esas personas no critican que Chávez obvie el resultado del referendo constitucional; al contrario, apoyan la decisión del comandante.
Otro sector de la población hace “mutis”, arruga el rostro, y sigue el manual de instrucciones del conductor novato que sugiere que al existir la posibilidad de chocar se debe cerrar un ojo, arrugar el resto de la cara, y esperar el golpe. Según este manual, mientras más se arrugue el rostro se incrementan las posibilidades de no impactar con el otro vehículo.
El tercer sector de la población es aquel que se dedica a criticar la medida en textos como éste o simplemente pierde la hora del almuerzo -o del té, dependiendo del poder adquisitivo- responsabilizando a los partidos de oposición por no hacer algo en contra de un supuesto golpe constitucional.
¡Hipócritas todos! Los que aplauden hasta que le sangran las manos, por favor, reconozcan que el sistema democrático –votaciones incluidas- sólo sirve cuando se proclama vencedor a Chávez. Si el resultado es desfavorable es mejor olvidarse de la elección. Sus razones tendrán para apoyar a un gobierno –que con este proceder- pasa a convertirse en un régimen sospechosamente autocrático; sin embargo, no pretendan defender lo indefendible. 51% votó en contra la reforma y ustedes ahora apoyan que se desconozca ese resultado; quítense la careta, así de simple.

El segundo grupo, por el amor de Dios, cerrar los ojos, y pretender que las leyes habilitantes no los perjudicarán –o beneficiarán dependiendo de la cercanía con los círculos de poder- es la peor de las mentiras. Todos seremos beneficiados o perjudicados por este nuevo entramado legal. Sin embargo, si realmente están convencidos que los decreto-ley no los van a “tocar”, pues dedíquense a promover el voto nulo consciente para que el gobierno y la oposición dejen de usar su falta de opinión en beneficio propio; quítense la careta, así de simple.

Y el tercer grupo, es decir, aquellos que votaron No, y ahora se quejan –nos quejamos en realidad- que no se respeta el resultado del referendo, y comenzamos a responsabilizar a los partidos políticos por no defender el Estado de Derecho, o suponemos que la solución es agarrar nuestros macundales e irnos del país, reconozcamos que no tenemos el guáramo suficiente para plantarle cara a los que cierran los ojos y mucho menos a los que les sangran las manos aplaudiendo que se desconozca el resultado de un proceso electoral; quítense la careta, así de simple.