La ausencia del presidente de la República colocó en la opinión pública un debate que los “líderes” del PSUV y del Partido Comunista se niegan a enfrentar: ¿qué ocurre si Chávez no está? Por primera vez el chavismo se enfrenta a evaluar lo que puede considerarse el gran fracaso del proceso de cambio impulsado por el jefe del Estado: no existe relevo para el comandante. Lo interesante de este debate, que niega la cúpula del partido de gobierno, es que las bases chavistas sí lo están analizando, lo que evidencia además el divorcio evidente entre el ciudadano de a pie que apoya a Chávez y la burocracia que éste ha permitido que gobierne el país. 
En este “debate” me cuesta aceptar como ciertas las versiones de amigos chavistas de base que me aseguran que el Presidente, en medio de su reposo en La Habana, se preocupa porque no exista quién pueda relevarlo -o ayudarlo- en el liderazgo del proceso bolivariano. Me cuesta asumirlo porque si Chávez no tiene “reemplazo” es porque él se encargó de destruir a cualquier dirigente que osara presentarse como posible aspirante. (cualquier parecido con Rafael Caldera en este punto puede ser más que una coincidencia). 
Si se analizan las últimas encuestas se descubren datos demoledores para el chavismo (o para su dirigencia). Según el IVAD si se convocaran primarias para escoger al candidato presidencial del oficialismo (esta pregunta no está filtrada por autodefinición política) 32,6% apoyaría a Chávez; 2,6% votaría por el vicepresidente Elías Jaua, y 2,5% por el diputado Diosdado Cabello. 57,6% declina responder qué posición asumiría en este hipotético escenario. 
Cuando se analiza el cara a cara de la dirigencia del PSUV las encuestas revelan un panorama desalentador. Según el IVAD Jaua genera rechazo en 27,3% de los ciudadanos, 23% considera que tiene poca información sobre él y 16% argumenta que “no lo conoce”. 
La evaluación del exvicepresidente, exministro y exgobernador Cabello es mucho peor. 
41% tienen una opinión desfavorable sobre el diputado, mientras 22,8% dice que carece de información para opinar. 
La expresidenta de la Asamblea Nacional, y actual jefa de la bancada del PSUV, tampoco es un buen referente. 35,5% de los ciudadanos posee una percepción negativa de Cilia Flores, 27% dice que tiene poca información y 16% argumenta que no la conoce. 
El panorama que describe Consultores 21 no es distinto. Tareck El Aissami (antes de los sucesos en El Rodeo I y II) era el funcionario del chavismo mejor valorado al despertar agrado en 37% del electorado, el canciller Nicolás Maduro le sigue con 36%, Jaua con 33% y Cabello con 32%. Sólo como parámetro de comparación en esta escala el agrado del gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radosnki, se ubica en 54,6%, mientras el exalcalde de Chacao, Leopoldo López, capitaliza 49% y el gobernador del estado Zulia, Pablo Pérez, alcanza a 41%. 
Los principales líderes del chavismo tienen niveles de aceptación similares a las de políticos de oposición del estilo de Antonio Ledezma, Henry Ramos Allup o Alvarez Paz. Esto, sin duda, es para enfermar a cualquiera chavista radical que crea en el actual proceso de cambio. Si a eso le sumamos que Cabello sigue recobrando poder, el panorama luce complejo. 
Mientras el chavismo no cuenta con referentes, la oposición dispone de, al menos, tres liderazgos regionales (con proyección nacional) consolidados. Al día de hoy, el chavismo es sólo Chávez y la influencia local que puedan tener sus dirigentes parroquiales y sociales. 
Sería interesante que el exministro Jesse Chacón, ahora director de GISXXI, tan dado a difundir vía twitter alguna de las láminas de sus encuestas, explicara los resultados de sus mediciones al evaluar las alternativas del chavismo a Chávez. 
Sin duda Chávez cambió la forma de hacer política en Venezuela. Su conexión emocional con los sectores D y E de la población colocó sobre tapete la enorme deuda social que se mantiene con estos sectores, obligando a cualquier político a -necesariamente- responder al clamor de 80% de la población. No obstante, su gran fracaso es construir un modelo que no admite otros líderes y que antepone la fidelidad a su figura a cualquier rendición de cuentas, institucionalidad. 
Probablemente en las próximas horas el Presidente esté de vuelta en el país. Sin embargo, su reposo -con mucho de estrategia militar y electoral- está provocando un debate que el chavismo siempre quiso evitar. Sin Chávez, la necesidad de responder a las demandas sociales se mantendrá en nuestra política, pero el chavismo, como movimiento político, probablemente no trascienda, esto sin duda preocupa a un número importante de venezolanos de los estratos D y E de la población (GISXXI así lo demuestra). La clave de la elección del próximo año puede encontrarse en saber comprender este sentimiento de ausencia que despertó en un sector del chavismo el reposo del Presidente.