Los primeros días del año han demostrado lo vital que es para el presidente Hugo Chávez mantener el control absoluto de la Asamblea Nacional. ¿Cómo piensa lograrlo? Polarizando la elección del 26 de septiembre. Vuelve a retar el comandante a la oposición para que le activen un referendo revocatorio. Petición que -seguramente- tiene adeptos entre sus adversarios más radicales, pero que carece de lógica política si se considera que para “despedir” al jefe del Estado la oposición necesita convencer, al menos, a 7.309.081 personas que voten en contra del comandante. Seamos sinceros, la oposición al día de hoy carece de este poder de convencimiento.
No obstante, la vehemencia con la que el jefe del Estado reta a un revocatorio, que coincide con la maliciosa cadena de mensajes electrónicos llamando a un nuevo paro nacional, permite inferir los efectos electorales que el Gobierno le atribuye a los escenario de los años 2002, 2003 y 2004.
Si la oposición quiere equilibrar el próximo Parlamento necesita imperiosamente atrapar al voto de los Ni-Ni y desestimular el sufragio del chavismo light. Para tener éxito no puede caer en el juego de la polarización extrema. Si se analizan los 13 estados en los que ya están definidas las circunscripciones (al momento de escribir este artículo el CNE no se ha reunido para finiquitar los estados restantes) de los 64 parlamentarios que se deben escoger en estas entidades 52 podrían quedar en manos del chavismo. Incluso en los estados Cojedes, Delta Amacuro, Portuguesa y Sucre, los adversarios del Presidente no obtendrían ninguna de las 20 curules en disputa si se mantiene la tendencia de votación registrada en el referendo del 15 de febrero de 2009.
Seamos aún más sinceros, si la oposición no logra revertir la tendencia de votación del 15 de febrero, el antichavismo sólo podrá aspirar a 43 curules en la próxima Asamblea Nacional.
En este escenario, hace bien el liderazgo opositor en olvidarse de revocatorios y paros.
No obstante, la radicalización que necesita Chávez puede venir por otros lados. El nombre de Alberto Federico Ravell -como el de algunos reconocidos empresarios- está en la calle como presumible candidato para la circunscripción Chacao-Baruta-El Hatillo, o lo que quede de ella.
No se trata de valorar la capacidad de Ravell para ser buen diputado. Es obvio que si formaliza su candidatura arrasará con el voto de las primarias que deben realizarse en la circunscripción más opositora del país; y ganar esas primarias equivale a ganar la curul, así de simple.
El problema con la candidatura de Ravell es que sólo lograría potenciar el voto radical de la oposición; ergo, potenciaría indirectamente el voto del chavismo light y alejarían el voto de los Ni-Ni. Todo lo contrario a lo que se supone deben lograr aquellos candidatos interesados en que el país tenga un contrapeso institucional.
Su aspiración puede afectar a los candidatos de unidad, a los líderes naturales de otras circunscripciones del interior, porque todo el bloque opositor será atacado a través de la figura del director del canal 33. Ya no serán los candidatos de la unidad democrática, sino los candidatos a diputados de Globovisión. ¿Alguien lo duda?
Claro, todo esto suponiendo que los adversarios de Chávez logren presentar 112 candidatos nominales de unidad y listas cerradas en alianzas perfectas.
Si la oposición no logra presentar candidaturas de unidad y una agenda alternativa novedosa -y no es novedoso decir que se van a abrogar las leyes redactadas para Chávez- pues toda esta disertación es tiempo perdido. Si no hay candidatos de unidad, que Ravell se lance y sea uno de los 43 diputados a los que puede aspirar la oposición. De lo contrario, es mejor que él, los empresarios y otros directores de medios de comunicación desistan de sentarse en el próximo Parlamento.