Chávez siempre convierte cada elección en un plebiscito sobre su persona, ni hablar en el caso de una elección de Asamblea Nacional que históricamente se colocan “acompañadas” de otro proceso por la escasa motivación que generan en el elector, lo que se traduce en alta abstención.
Es obvio que un escenario de alta abstención no conviene a Chávez, porque se vuelve impredecible, especialmente porque las motivaciones de la oposición para votar suelen ser mayores a las del chavismo.
Cuando Chávez convierte cada elección en un plebiscito, lo hace para estimular el voto de sus adeptos y, si es posible, desestimular el de sus adversarios.
Para lograrlo Chávez necesita mucho más que abusar de los recursos públicos y del control de los medios de comunicación; por eso insiste en “polarizar”, es decir enviar a sus adeptos y a los No Alienados mensajes que sugieren que su figura –y los logros sociales de su gobierno- peligran. La polarización genera en el chavista Light y en los No Alienados la necesidad de defender al Jefe del Estado y a sus planes sociales.
Por eso, siempre antes de cada elección el Presidente busca un enemigo interno o externo para justificar que vienen por él, que su vida y que su gobierno peligran, etc., etc.
Lo que no logró con Lorenzo Mendoza, Mezerhane, Obama, etc… lo está capitalizando con “la amenaza” colombiana. En este sentido hay que decir que Uribe le hizo un gran favor a Chávez.