Venezuela está a punto de experimentar una crisis eléctrica sin precedentes. El resumen es sencillo: o llueve en los próximos tres meses o nos quedamos sin luz, así de simple. Olvídese del tema del cine, del teatro o del horario de los centros comerciales, esos argumentos lo que hacen es banalizar el caos que se avecina. 72% de la electricidad que se produce en el país depende de la cuenca del río Caroní, en el estado Bolívar, principalmente de la presa hidroeléctrica del Gurí.

En el mes de diciembre la cota (nivel del agua) de la presa -según reconoció el Comandante-Presidente en cadena nacional- era de 262 Msnm, lo que coloca al Gurí en estado de alarma.

Si el agua continúa bajando hasta la cota 245 Msnm la presa estará en estado de alerta y se tendrá que apagar la sala de máquinas N° 2 con capacidad de generación de 7.200 MW. Si esto ocurre el racionamiento de energía que padecen desde finales de 2009 varios Estados del país, y desde principios de este año el área comercial de la Gran Caracas -y todos los centros comerciales de Venezuela- se agudizará.

Aunque la explicación oficial es que el racionamiento eléctrico es producto del síndrome climático conocido como El Niño, hay varias precisiones que el ministro de Energía, los diputados, las personas que defienden a la revolución bolivariana y el propio Comandante-Presidente omiten. No es la primera vez que la presa del Gurí puede llegar a la cota 245. Esto ocurrió en el año 2003. A partir de ese momento, considerando que la población venezolana crece a un ritmo de 620 mil personas por año, y que el consumo eléctrico aumenta en 500 megavatios anuales, el Ejecutivo decidió implementar un ambicioso plan de construcción de nuevas centrales de producción de energía térmicas, para reducir la dependencia de la generación hidroeléctrica. Siete años después de la alerta el Gobierno no ha culminado este plan -incluso, hay obras que no se han comenzado a ejecutar.

En enero de 2010, 72% de la energía que consumimos los venezolanos continúa siendo de generación hidroeléctrica. Por esta razón es que un evento climático que afecta a toda la región tiene un impacto mayor en Venezuela.

El país no está preparado para afrontar la sequía y ahora dependemos exclusivamente de que llueva, so pena de no conservar nuestros estándares de vida. A esta desinversión en el sector eléctrico se debe unir la falta de planificación estratégica. La crisis eléctrica de 2010 era previsible desde 2007; no obstante, el Ejecutivo Nacional prosiguió con su proyecto de modificar el huso horario. Esta medida provocó que, en vísperas de una crisis anunciada, se incrementara el consumo eléctrico del país en 20%. Al día de hoy, el Gobierno no ha revertido esta decisión.

Tiene razón el Comandante-Presidente cuando dice que por causa de El Niño, es decir, por la ausencia de lluvias estacionales, el embalse del Gurí está en su cota histórica más baja. No obstante, miente el Gobierno cuando atribuye el colapso eléctrico a esta sola variable. El impacto de este síndrome climático está magnificado por la desinversión en el sector y la falta de planificación. Resumiendo, la ineficiencia, la falta de planificación, la desinversión y El Niño nos van a quitar la luz, salvo que llueva antes del mes de mayo.

Las medidas anunciadas como la paralización de dos hornos de Sidor, de las líneas de producción de Venalum y la restricción del consumo comercial es lo único que se hacer para evitar el colapso. Si no llueve, a pesar de estas medidas de última hora, lo único que le quedará por hacer al Comandante-Presidente es bajarnos el breaker a todos los venezolanos.

Ese día nos tocará preguntarnos si la merma de nuestra calidad de vida es producto de un evento climático, de la ineficiencia del gobierno o como dirían las personas más radicales de oposición- de un intento deliberado de orientar el país hacia el comunismo.