En Venezuela se está hablando mucho de George Lakoff en las últimas semanas, especialmente el chavismo que cree identificar en la estrategia de campaña de Henrique Capriles Radonski la influencia directa de este investigador de lingüística de la Universidad de California.
Vale precisar que Lakoff, como militante del partido Demócrata en EEUU, se propuso investigar las razones que provocaban que los republicanos apelaran electoralmente a los demócratas con tanta frecuencia.
A Lakoff -entre otras premisas- le interesaba comprender por qué un obrero norteamericano votaba por candidatos republicanos, cuando éstos no son afectos a la constitución de sindicatos; además intentaba precisar las causas que hacían que los republicanos fuesen más convincentes que los demócratas durante las campañas electorales.
“El Manual del Progresista” es uno de los libros más citados de Lakoff en Venezuela en estos días. Para simplificar el contenido del texto -excusen quienes sean lectores habituales de Lakoff- me voy a limitar a señalar lo que podríamos interpretar como aprendizajes para no perder una elección, lecciones que sin duda pueden nutrir al comando de campaña de Capriles Radonski, pero que no le vendría nada mal a los integrantes del Comando Carabobo aplicar; siempre reconociendo que el presidente Chávez -consciente o no de ello- utiliza varios de los consejos de Lakoff desde hace varios años.
Lakoff llama “la trampa de la encuesta” al hecho que muchos “progresistas” -acá podemos cambiar el vocablo por políticos- se dejan guiar por las encuestas. La tarea del líder consiste en liderar, no en seguir. Por otra parte, contrariamente a lo que se cree, las encuestas no reflejan la exacta realidad. Las encuestas tan sólo reflejan el tipo de preguntas que hacen, que, por otro lado, no siempre son relevantes. Los verdaderos líderes no recurren a las encuestas para tomar posición; lideran a la gente hacía nuevas posiciones.
El ABC básico de toda campaña puede partir de la definición de Lakoff con relación a la lista de propuestas que se presentan: “Los progresistas suelen pensar que la gente vota en función de los programas electorales y de las propuestas políticas específicas de los candidatos. Lo cierto es que la gente vota basándose en los valores, la capacidad de transmitir, la autenticidad, la confianza y la identidad”.
Según Lakoff se sostiene a menudo que “la verdad no necesita enmarcarse” y “que los hechos hablan por sí solos”. La gente utiliza marcos -es decir estructuras mentales profundamente arraigadas que configuran nuestra comprensión del mundo- para entender los hechos. Los marcos están en nuestros cerebros y definen nuestro sentido común. Es imposible pensar o comunicarse sin activar estos marcos. De ahí la importancia de enmarcar, de activar uno u otro marco. Las verdades tienen que enmarcarse para que se vean como verdades. Los hechos necesitan un contexto.
Otra advertencia se encuentra en la trampa de las “políticas son valores”. Según Lakoff “los progresistas suelen equiparar las políticas con los valores, es decir, con conceptos éticos como la empatía, la responsabilidad, la justicia, la libertad, etc. Las políticas no son valores en sí mismas, aunque se basen, o debieran basarse, en ellos. Por ejemplo, la seguridad social y el seguro médico universal no son valores: son medidas políticas que reflejan y realizan los valores de la dignidad humana, el bien común, la justicia y la igualdad”.
Una vez que la opinión pública venezolana reactivó el debate sobre los Ni-Ni o No Alienados Políticamente, convendría analizar lo que Lakoff llama “la trampa del centrista”. Desde su perspectiva “existe una creencia generalizada: que existe un ‘centro’ ideológico, es decir, un grupo mayoritario de electores, bien con una ideología propiamente centrista, bien posicionados entre la derecha y la izquierda, bien que comparten unas mismas opiniones. En realidad el llamado centro está formado por bi conceptuales, es decir, por personas que son conservadoras en algunos aspectos de la vida y progresistas en otros. Los electores que se consideran ‘conservadores’ suelen tener valores progresistas en cuestiones importantes de la vida. Tenemos que dirigirnos a estos biconceptuales ‘parcialmente progresistas’ apelando a sus, a veces sólidas, identidades progresistas. Muchos progresistas creen que deben ‘escorarse a la derecha’ para conseguir más votos. En realidad, es un error. Al acercarse a la derecha, los progresistas refuerzan los valores de la derecha y renuncian a los suyos; y además, se alejan de sus bases”.
Según Lakoff, muchos “creen que se ganan elecciones o se consigue el apoyo de los electores con golpes de efecto ingeniosos y eslóganes llamativos, el ‘marco de superficie’. Los marcos de superficie son inútiles sin los marcos más profundos, es decir, sin nuestras convicciones morales más arraigadas y nuestros principios políticos (…) los marcos profundos tienen que estar previamente asentados para que los eslóganes puedan tener algún efecto; los eslóganes por sí solos no consiguen nada”.
Lakoff recalca que es “muy cómodo achacar todos nuestros problemas a los medios de comunicación y a las mentiras” de los adversarios, “pero es poco lo que podemos hacer directamente al respecto. Sólo podemos controlar directamente cómo comunicamos nosotros. No basta con corregir una mentira con la verdad, sino que es necesario enmarcar las cosas con nuestra visión moral para que la verdad se entienda, y es necesario que este nuevo marco vuelva a delimitar el debate político”.