De pronto nos olvidamos de la inseguridad, el desempleo, la basura y el tránsito. Desde hace un mes se dejó de hablar de los temas que les interesan a los venezolanos para entrar en el debate que le importa a Hugo Rafael. De pronto, todos nos convertimos en clones del comandante.
No estoy subestimando el hecho que el Presidente empleara la Ley Habilitante para incluir hasta 11 artículos de la reforma constitucional en el marco legal que regula la relación del Estado con los ciudadanos; no obstante, todos nos hemos concentrado tanto en este aspecto que terminamos haciéndole el juego al Presidente.
La revolución es muy mal evaluada cuando se valoran las políticas oficiales para contrarrestar la inseguridad, el desempleo, la basura y el interminable tránsito. Sin importar si la encuesta es de Consultores 21, Datanálisis, Consultores 30.11 o del Ivad, los venezolanos conceptualizamos negativamente la gestión revolucionaria para resolver estos problemas; la gran mayoría de los venezolanos, seamos opositores, no alineados políticamente o chapistas, estamos desencantados.
En estos cuatro problemas radicó el éxito de la precampaña de la oposición en el primer semestre del año. Sin entrar a valorar otras variables como la ausencia de candidatos del Psuv, la oposición se posicionó con claras opciones de triunfo para el 23 de noviembre porque por primera vez logró conectar con la gente que apoya a Hugo Rafael; por primera vez conectó con aquello que le quita el sueño a los ciudadanos; al día de hoy, eso ya no ocurre.
Todo cambió a partir del 31 de julio. La sociedad volvió a caer en el terreno que le interesa al chavismo. Estamos volviendo a debatir si la revolución es buena o mala, estamos volviendo analizar qué es el socialismo del siglo XXI y lo que es peor, debatimos si los decretos-ley promulgados a través de la habilitante benefician al pueblo. Una vez más, Chávez marcó la agenda de discusión, una vez más nos convertimos (especialmente los políticos y quienes tenemos acceso a los medios de comunicación) en sus clones. Una vez más, llevamos el debate al terreno en donde Hugo Rafael luce casi invencible.
No hay que engañarse, después de 10 años de revolución y una inversión de 20 mil millones de dólares para hacer lobby internacional Chávez logró que 46% de los venezolanos (según Datanálisis) apoyen al socialismo. Eso sí, apoyan a un socialismo progresista, que garantice el reparto equitativo de los recursos a través de la generación de empleos bien remunerados, no el modelo que idealiza la cúpula del Psuv. Sin embargo, no es el tiempo de entrar en este debate. Mientras más etérea sea la discusión, más gana Hugo Rafael, porque se trivializan los argumentos y se pierde el contacto con el electorado.
¿Qué hacer?, ¿qué decir?, ¿hay que olvidarse de la inclusión de 11 artículos de la reforma en las nuevas leyes? Es evidente que se necesita un mensaje único, una estrategia común para no seguir dando argumentos.
En primer lugar hay que aclarar que no se critica la atribución del Presidente para legislar vía habilitante. El artículo 203 de la Constitución faculta al Parlamento para otorgarle poderes especiales al Primer Mandatario Nacional. Durante los dos años que el Presidente disfrutó de poderes especiales promulgó 59 decretos-ley. No se puede caer en trivializar el debate. Lo que se critica y denuncia es que el Comandante se valió de su habilitación para incluir en las nuevas leyes 11 artículos de la reforma Constitucional, esa debe ser la crítica.
Y como ocurrió durante el debate de la reforma, los argumentos deben dirigirse, no a hablar de dictadura, libertad de expresión o a confrontar la izquierda con la derecha; el debate debe orientarse a explicar que esos 11 artículos impuestos a espaldas del soberano no resuelven los problemas de inseguridad, desempleo, basura y transporte. Sólo así dejaremos de convertirnos en clones de Hugo Rafael.