No fue necesaria una gran tarima. Tampoco un liderazgo definido ni elegido por las bases. Bastaron y sobraron los mensajes de textos de los celulares y el correo electrónico para lograr el cometido.
A las 11:00 am comenzaron a llegar al punto de reunión. La mayoría con sus brazos “tatuados” temporalmente con el nombre de su universidad. Estudiantes de la UCV, UCAB, Unimet, USM, Monteávila, Santa Rosa y hasta la Unefa acudieron a la cita. La plaza Brion de Chacaíto se fue llenando de gente, de estudiantes universitarios y algunos liceístas.
No fue necesario un gran despliegue, no fueron necesarios los rostros de los políticos tradicionales, la masa era la que decidía. Y poco a poco fueron decidiendo salir de la plaza, para ir a la calle. Para enfilar a la urbanización Las Mercedes.
El mensaje, el propósito de la marcha estaba muy claro: “llegar en forma pacífica a la sede de la OEA”. Y el cometido se cumplió, a pesar de que los efectivos de la Policía Metropolitana se encargaron de sembrar la zozobra con varios cordones de seguridad.
No obstante, la lección del día anterior se aprendió con honores. Ante cualquier intento de provocación, la respuesta de la masa de estudiantes fue contundente: todos, sin excepción, se sentaban en el piso y alertaban: ‘el que no se agache es porque es chavista”.
A pesar de los lugares comunes, las consignas de la masa evolucionaron, tal vez como respuesta a los que critican argumentando que las consignas estudiantiles siempre son iguales. En realidad, no se dejó de escuchar el sempiterno “este gobierno va a caer”, sólo que ahora estuvo acompañado de fra- ses contra Gustavo Cisneros, “por vender a Venevisión al Gobierno”.
Sin contratiempos se llegó a la sede de la OEA, para exigir al organismo que se pronuncie perentoriamente sobre el derecho de los estudiantes venezolanos a protestar pacíficamente, a la vez que solicitaron se recrimine la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado.
Y comenzó a llover. Lo que años atrás hubiese servido para romper la concentración, en esta oportunidad la cohesionó. Bajo la lluvia se caminó de regreso a la plaza Brion. Y bajo la lluvia se planificaron las acciones de los próximos días.
A las 3:00 pm la tranquilidad de la concentración volvió a ser interrumpida por la lluvia, en esta ocasión de perdigones y bombas lacrimógenas que caían sobre los estudiantes que intentaban pasar desde El Rosal hasta Las Mercedes. Una vez más la lluvia no sirvió para disolver la concentración. Con más ímpetu regresaron los estudiantes a demostrar que su protesta era pacífica. Unos pocos decidieron enfrentar a la Policía Metropolitana con piedras, pero la mayoría, aún sin disiparse el gas lacrimógeno, prefirió mantenerse firme, enfrente del cordón policial, para recriminar con cánticos de todo tipo el despliegue y abuso de autoridad.
Mientras cantaban, la Guardia Nacional detuvo a cinco estudiantes. La masa no se percató de ello. Volvió a arreciar la lluvia, y la convicción de los estudiantes aumentó. Cual ejército con años de entrenamiento, formaron su propia línea de defensa. Línea que se encargaba de mantener el orden y que nadie la traspasara. Sus escudos eran sólo sus cánticos y algunas pancartas. A escasos 50 metros, un contingente de 70 PM los esperaban y les impedían el paso a Las Mercedes.
Por dos horas los estudiantes atacaron a los policías. Los atacaron cantando, pidiendo respeto por la libertad de expresión. Y en esta oportunidad la sutileza de los cantos triunfó. El cordón cedió y los universitarios ganaron su primera batalla.
*Texto originalmente escrito para el diario El Universal. Edición del miércoles 30 de mayo.