Algo ocurre con las encuestas. Las diferencias significativas que se registran entre los principales estudios de opinión pública sugieren que no existe una noción clara de lo que está ocurriendo en el país, especialmente con el segmento de los indecisos. La disparidad en los resultados de intención de voto es un indicativo de que las encuestas están fallando en medir la opinión de uno de los tres sectores en los que se divide el electorado venezolano (pro oposición, independientes, pro gobierno).
Veamos algunos ejemplos: La diferencia en la intención de voto entre Henrique Capriles Radonski y Hugo Chávez varía desde una brecha (diferencia entre la intención de voto de los dos candidatos) de siete puntos porcentuales a favor de Capriles Radonski hasta 36 puntos porcentuales a favor del presidente Hugo Chávez.
Si utilizamos como referencia los resultados de los estudios de opinión pública -difundidos en mayo, con fecha de campo en abril- veremos la siguiente disparidad en la brecha de votación:

  • Predigmática: 7 puntos porcentuales a favor de Capriles Radonski
  • JDP Consultores: 3 puntos porcentuales a favor de Capriles Radonski
  • Varianzas: 5 puntos porcentuales a favor de Capriles Radonski
  • Consultores 21: empate técnico entre todos los electores
  • Datanálisis: Diferencia de 17 puntos porcentuales a favor de Chávez
  • Hinterlaces: Diferencia de 22 puntos porcentuales a favor de Chávez
  • Consultores 3011: Diferencia de 30 puntos porcentuales a favor de Chávez
  • IVAD: Diferencia de 21 puntos porcentuales a favor de Chávez
  • GISXXI: Diferencia de 36 puntos porcentuales a favor de Chávez.


Si se analiza cada uno de estos estudios se encuentra que entre más alta es la brecha entre los candidatos más alto es el segmento de personas que no precisan por quién votarán, incluso en algunos casos el porcentaje de indecisos es superior a la diferencia entre los candidatos. Por ejemplo, según Datanálisis 33% de los encuestados no responde por quién votará, mientras IVAD sitúa este segmento en 32% de los electores.
En otras encuestas como la de GISXXI la diferencia entre los candidatos (con 16% de indecisos) puede explicarse por la naturaleza y orden de las preguntas que realizan en sus trabajos de campo. Valga la acotación que la decisión del CNE de exigir a las encuestadoras que se registren ante el organismo comicial para poder difundir sus estudios no va a resolver este problema, porque entre los requerimientos para dicho registro no se incluye la presentación del cuestionario empleado para cada estudio (para poder analizar una encuesta es necesario conocer, no sólo las preguntas que se realizan, sino el orden en que se presentan esas preguntas).
Retomando el tema de los indecisos, cualquier lector podría indicar que no existe certeza de cómo votará este segmento: podrían inclinarse mayoritariamente a votar por Capriles Radonski, podrían hacerlo por Chávez o podrían distribuirse entre los dos candidatos.
La duda de cómo se comportarán los indecisos -y su impacto en los resultados de las encuestas- no puede desestimarse. Algo ocurre con los estudios de opinión pública que en su mayoría no logran precisar cómo votarán 1/3 de los electores el 7 de octubre. Si el problema no son los estudios (su cuestionario y distribución muestral) entonces el problema se ubica en un sector importante de la sociedad que teme hablar de sus preferencias políticas. 
Según Datanálisis la cifra de indecisos en mayo llegó a 33%. Si se disgrega esta cifra por grupos etarios se obtiene que al menos cuatro de cada 10 electores entre los 18 y 29 años se autodefina como independiente; mientras que entre los 36 y 41 años la cifra de indecisos alcanza a 34% de los electores potenciales.
Por clase social la situación no es distinta. Tres de cada 10 electores de los segmentos A/B y C se dicen independientes ¿Y en los segmentos D y E? Tres de cada 10 electores también se dicen independientes.
Con estos números es sencillo concluir que la clave del 7 de octubre está en poder comprender a los indecisos (algo de Perogrullo dirán muchos lectores) especialmente cuando en la mayoría de los estudios de opinión pública tres de cada 10 electores en Venezuela no quieran fijar posición sobre su preferencia electoral, una postura llamativa porque tenemos más de una década viviendo bajo los efectos de una polarización extrema.
No obstante, cuando logra filtrarse el segmento de indecisos -en función de cómo responden a otras interrogantes- resulta más sencillo entender el panorama del 7 de octubre.
A un poco más de tres meses de una elección histórica todas las variables de los estudios de opinión pública sugieren que existe una leve ventaja a favor de la reelección de Chávez. No obstante, esto no le garantiza la victoria al oficialismo; al contrario, en términos globales la oposición se encuentra ante su mejor oportunidad electoral en una década.
Los estudios de opinión pública -en su conjunto y no sólo con la interrogante de intención de voto- sugieren que el escenario electoral será muy similar al de los resultados del referendo constitucional de 2007. Si no ocurren eventos extraordinarios en los próximos tres meses el 7 de octubre presenciaremos un resultado cerrado entre Capriles Radonski y Chávez.
A una semana que comience -oficialmente, aunque no en la práctica- la campaña electoral el poder comprender el silencio de los indecisos será clave para el resultado de la elección presidencial.
La mejor prueba de que el 7 de octubre será un evento con una diferencia pequeña se encuentra en la recientes decisiones del Ejecutivo Nacional: Mantener cerrado el consulado en Miami, otorgar el control de PPT y Podemos a dirigentes pro-Chávez, el constante uso de cadenas y ventajismo electoral, la negativa a permitir la presencia de misiones técnicas de observación electoral, reactivar el uso de la Lista Tascón, promover el rumor de que el voto no es secreto, etc.