El presidente Chávez comienza a moderarse. Pero que nadie se engañe, sólo lo hace para intentar conectar con la clase media y con los neutrales (39% de la población según la última encuesta de Datanálisis) mientras prepara su estrategia de control de daños para 2012. 
Hace pocos días el Presidente argumentaba: “¿Por qué tenemos que andar todo el tiempo con camisa roja? (…). Hay creencias que son estúpidas. El tema de la clase media es importante”. 
Incluso, el Presidente fue más allá y dijo: “Hay que combatir el dogmatismo y el sectarismo para atraer a la clase media y a la pequeña empresa (…). No podemos regalarle la clase media a la burguesía. Es necesario reconquistar ese sector, que representa una porción importante de la población venezolana. Lo perdimos por la campañas de desinformación que me acusa de ser un radical de izquierda”. 
A confesión de partes, relevo de pruebas. Chávez entiende a la perfección las causas que lo llevaron a la derrota electoral en 2007, una de ellas la desmovilización del chavismo crítico en los segmentos más bajos de la población. 
“No es justo que nosotros le demos más bien fuerza a las tesis perversas de la burguesía de que vamos a expropiar las carnicerías, las areperas, las fotocopiadoras, el pequeño comercio, esto no está previsto (…). Que nadie de nuestro país lo crea, tenemos que convencerlos de nuestro verdadero proyecto, que este sector nos hace falta y queremos más bien darle crédito”. 
Electoralmente hablando -para la presidencial de 2012- la clase media podría no ser decisiva. Mientras el segmento AB de la población representa aproximadamente a 2% de los electores potenciales, la clase C (la clase media) alcanza apenas a 17%. El grueso de los votantes potenciales están los segmentos D (36%) y E (44%). 
Aunque el peso electoral de la clase media sea bajo, su capacidad para generar matrices de opinión es importante. Y esas opiniones suelen impactar en el segmentos de los neutrales que representan aproximadamente 1/3 de los votantes potenciales de cada segmento (A/B: 35,5%; C: 35%, D: 31,4% y E: 31,9%). 
El Presidente -y quienes lo siguen por razones utilitarias- debe estar preocupado. Al día de hoy los números sugieren que si la oposición presenta un candidato electo en primarias que conecte con los neutrales se produciría un empate técnico en la intención de voto de las dos opciones. 
No en vano Chávez -que se ha caracterizado por otorgarle al componente electoral una prioridad vital para legitimar y darle sustento a sus acciones- cambia ahora de discurso para plantear una duda sobre la importancia del voto. 
Antes de viajar a Cuba para recibir su segunda dosis de quimioterapia el Presidente argumentó que tiene “núcleos de dudas” con respecto a si el camino más idóneo para lograr una revolución “es el de las armas o el de la vía democrática”. 
“¿Era el 4 de febrero o era el 6 de diciembre la puerta para abrir el camino a una revolución? Dudas, grandes dudas; se han venido aclarando y solventando, pero sin embargo ahí en el fondo hay núcleos de dudas todavía hoy”, dijo Chávez. 
Con estas palabras el jefe del Estado vuelve a otorgar legitimidad, no sólo al llamado de su hermano Adán Chávez para tomar las armas, sino a la desafortunada declaración -para el sistema democrático- del general Henry Rangel Silva quien el año pasado aseguró que la Fuerza Armada Nacional no reconocerá el triunfo de un candidato de oposición en 2012. 
El Chávez envalentonado de 2006 que aseguraba ganaría las elecciones con 10 millones de votos ya no existe. Ahora reconoce que no le importaría obtener su tercera reelección por pocos votos -tal vez una diferencia pírrica como la que obtuvo la oposición en 2007. En consecuencia prepara el terreno de la opinión pública para este escenario. 
Incluso, asegura que podría aceptar la derrota y pone como ejemplo el año 2007. No obstante, los últimos cuatro años demuestran que aunque el Presidente -y todo el chavismo- reconoció su derrota, no la aceptaron. 
Chávez, valiéndose de su mayoría en el Parlamento y de su control sobre los poderes públicos, terminó implementando la reforma constitucional que el pueblo le negó en las urnas. 
Como los números que exhibe en las encuestas ya no son definitivos cambia de discurso y dice que deben eliminarse los temores de la clase media y conectar con los neutrales. Para lograrlo intenta moderarse. No obstante, previendo que su estrategia podría no mejorar su aceptación en la opinión pública, comienza a disminuir la importancia de la elección y a legitimar las posturas menos democráticas de sus allegados.