Los resultados del 26 de septiembre sirven para justificar casi cualquier postura.
Primero analicemos las sutilezas: 52% de los electores votaron en contra de los diputados del PSUV, eso es un hecho innegable. Tampoco se puede discutir que el chavismo tiene suficientes votos para seguir gobernando, aunque ahora -después de 5 años- tendrá límites en la aprobación de leyes orgánicas, modificación de leyes, remover magistrados o aprobar leyes habilitantes.
Si se analiza la elección bajo tres premisas: 1) Voto Nacional; 2) Cantidad de curules; 3) Impacto de la Ley Electoral; se pueden obtener las siguientes conclusiones: Con ciertos matices Chávez gana en voto lista a la AN y la Oposición gana en voto lista al Parlatino; 2) La Alianza Oficial obtiene la mayoría simple, pero pierde las 2/3 partes y las 3/5 partes del Parlamento; 3) La nueva Ley Electoral, aunque benefició a la oposición en los estados Anzoátegui y Zulia sobrerrepresentándola, terminó beneficiando al chavismo en el resto de las entidades.
Con relación al disputado voto lista a la Asamblea Nacional se deben realizar algunas consideraciones: Parece apresurado suponer que los 5.877.646 electores que no apoyaron a los candidatos de la alianza oficial puedan considerarse como votos seguros de la oposición, para llegar a ese punto todavía hay un largo trecho que recorrer.
Es mucho más realista indicar que la oposición -considerando el voto lista a la AN- obtuvo 5.334.309 votos válidos; que la opción de PPT capitalizó 354.767 votos y otros partidos regionales alcanzaron hasta 188.570 sufragios válidos. ¿Conclusión? La oposición -entendiendo oposición como los partidos que integran la MUD- debe concentrarse en mantener el apoyo de los 5,3 millones que marcan su techo histórico de votación e idear la forma de aglutinar a su causa el resto de sufragios anti-PSUV.
En el caso de la alianza oficial la lectura es obvia: 52% de los electores votaron en contra de sus candidatos.
Llegó la hora de entender que dejaron de ser mayoría y que se impone una revisión del proceder de la revolución, porque es absurdo suponer que en Venezuela existen 5,3 millones de oligarcas, “pitiyankis” y demás adjetivos que suelen utilizar los voceros de la revolución.
Además, hay que analizar el peso político de varios de los “pesos pesados” del partido que sufrieron derrotas de escándalo en las regiones que el Presidente-Comandante les ordenó ganar. Estos serían los casos de Cilia Flores, en Distrito Capital; Nicolás Maduro, en Táchira; Rafael Ramírez, en Zulia y Elías Jaua en Miranda.
Como el voto anti-PSUV lo dividimos en tres grupos, habría que hacer lo propio con el voto de la alianza oficial: En esencia el partido oficial logró aglutinar 5,1 millones de sufragios, el Partido Comunista obtuvo 163 mil y los Tupamaros -en los estados en que formaron parte de la alianza- hasta 153 mil.
De acá pasamos a la pérdida de votos del chavismo. Es cierto que entre febrero de 2009 y septiembre de 2010 el oficialismo dejó en el camino 890 mil sufragios, sin embargo, la oposición sólo creció en ese periodo de tiempo 194.470 votos; un crecimiento inferior, incluso, al que se desprende del incremento de votantes inscritos ante el Registro Electoral. En estos números se debe centrar el análisis. Esos electores que perdió Chávez pero no ganó la oposición deberían ser el mercado natural de cualquier estrategia política que se trace en las próximas horas.
Dentro del crecimiento opositor destaca los niveles de votación que se registran en el Municipio Sucre del estado Miranda, especialmente en parroquias con marcada tendencia pro-gobierno como La Dolorita, Caucagüita y Fila de Mariches. No estaría de más que si la oposición quiere seguir creciendo en zonas populares evalúe las causas para que los votos de oposición se incrementen en estas parroquias. Para el chavismo tampoco sería descabellado intentar comprender su descalabro desde lo que ocurre en esta jurisdicción.
Volviendo al tema macro, cualquier analista -o ciudadano- podría inferir que buena parte de los votos que pierde Chávez fueron a parar a la tarjeta de PPT y esta conclusión puede ser una verdad a medias: En las elecciones regionales de 2008 la tolda azul capitalizó sólo 24.767 votos. Su crecimiento sin duda es emblemático, pero -como sucede con UNT en el lado opositor- se debe considerar que su crecimiento y respaldo popular es muy localizado. 200.344 de los votos que obtiene PPT corresponden a electores del estado Lara.
Aunque la sobrerrepresentación que obtiene el chavismo a partir de la modificación de la derogada Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política le permite tener control sobre 98 diputados (59% del Parlamento) a pesar de contar sólo con 48% de los votos, lo cierto es que la oposición -a pesar del crecimiento leve- controla la votación de los principales estados del país -el llamado corredor electoral- control que, en teoría, le dará acceso a 60% de los votantes ante cualquier evento de circunscripción nacional como un referendo constitucional o una elección presidencial.
No obstante, se debe tener en cuenta que ante una elección de Asamblea Nacional Constituyente esta teórica ventaja numérica no serviría de mucho porque corresponderá -si nos guiamos por las decisiones del TSJ de 1999- al Presidente de la República definir las bases comiciales de ese hipotético evento electoral.
Para concluir: Como en otros procesos electorales lo que pierde el Presidente no necesariamente lo capitalizan sus principales adversarios. La oposición debería partir de esta premisa para mejorar su estrategia en el corto, mediano y largo plazos; el liderazgo del antichavismo no debe olvidar que aunque experimenta un crecimiento pequeño en zonas tradicionalmente chavistas, en líneas generales -como ocurrió en 2007- la pérdida de votos de Chávez es una variable importante para explicar su teórica victoria en voto nacional. Por último, el 26 de septiembre también permite comprobar que las opciones “bautizadas” como tercera vía no lograron -en medio de un ambiente electoral polarizado- romper la atracción que despiertan dos extremos opuestos en su forma de entender al país.