El sistema electoral en Venezuela –como en cualquier otro país- es vulnerable a tres tipos de intentos de fraude asociados a los votantes: 1) Coacción del elector en el momento de seleccionar el voto 2) Intimidación al elector para que no asista a votar 3) Usurpación de identidad (de electores vivos y fallecidos)
Los dos primeros supuestos son muy complicados de evitar y demostrar; no obstante, el tercero es –en Venezuela- muy sencillo de demostrar.
Para minimizar la posibilidad de usurpación de identidad el CNE incorporó –a partir de la elección presidencial del 7 de octubre de 2012- el Sistema de Autenticación Integrado (SAI) a la plataforma de votación.
Aunque desde el organismo comicial se asegura que estos dispositivos –incorporados al costo de Bs. 244 millones- garantizan el principio “un elector, un voto”, en la práctica el sistema sigue siendo vulnerable a la usurpación de identidad. Su ventaja es que aunque permite que alguien vote en nombre de otra persona, registra a quien lo hizo.
En este punto muchos electores –y técnicos electorales- argumentarán que es imposible votar por otra persona. No obstante, se debe recordar que el artículo 323 del Reglamento Electoral, en su parágrafo 2.3 permite que un elector vote aunque su huella no coincida con la base de datos del CNE (página 84 del Reglamento) y en el parágrafo 2.4 se permite que vote aunque no tenga su huella registrada.
Al revisar el Reglamento Electoral y los protocolos de funcionamiento del SAI y de las mesas de votación es obvio que en una jornada electoral la capta huella permite votar a toda persona, elector o no de la mesa en donde se presente; inscrito o no en el Registro Electoral (RE); e independientemente de que tenga o no huellas almacenadas en la máquina o que la huella real de su dedo sea autenticada exitosamente contra la huella almacenada.
El sistema de autenticación del CNE tiene la particularidad que para permitir que el presidente de la mesa active la máquina de votación se requiere de una huella, legítima o no. La única limitante es que esa misma huella no haya sido usada antes en la misma máquina (mesa de votación).
Si un elector legítimo vota en una máquina debe presentar el dedo pulgar indicado por el operador según se indica en la pantalla del SAI. . No obstante, si el elector presenta otro dedo cuya huella no esté registrada también puede votar. En ese supuesto no existe forma de que el sistema sepa cuál dedo está presentado el elector. Evidentemente, para que esto ocurra se necesita la complicidad de los miembros de mesa, testigos y del Plan República.
Se debe insistir en que el SAI si puede evitar que en una misma máquina (mesa) un elector que ya haya votado pueda volver a hacerlo con la misma huella.
Sin embargo, el elector que ya votó en un mesa puede volver a hacerlo si coloca en el SAI sus dedos anular, índice, meñique o el dedo medio.
En teoría, salvo las personas con alguna discapacidad en los miembros superiores (5 mil personas sin miembros superiores votaron el 7 de octubre) un elector podría tener hasta nueve posibilidades de ejercer el voto en su propia mesa. En este caso, no se cuenta los dos pulgares porque al autenticarse por primera vez el sistema “bloquea” las huellas de los dos pulgares (las únicas que están almacenadas)
Según los protocolos del SAI, el sistema debe reportar las incidencias el día de la votación de la siguiente manera:

1) Coincide (la huella del elector es idéntica a la almacenada en la máquina)
2) No coincide (La huella del elector no es igual a la almacenada en la máquina. En la máquina solo están los dos pulgares, si un elector se identifica con otro dedo no habrá match)
3) Sin huellas almacenadas (el elector no tenía huellas registradas en el sistema)
4) Sin miembros superiores (el elector tiene una discapacidad)

Si nos remitimos al referido artículo 323 en todos estos casos se puede votar, sin embargo el sistema está programado para almacenar todas las incidencias y huellas capturadas durante la autenticación, pudiendo poner en evidencia un posible fraude electoral por usurpación de identidad.
En el hipotético caso que un elector hubiese votado nueve veces (con la complicidad de los funcionarios electorales y del Plan República) el SAI reportaría al CNE que una huella (el pulgar) fue autenticada y en ocho oportunidades, ocho huellas distintas (dos índices, dos meñiques, dos anulares y dos dedos medios) no fueron autenticados.
¿Para que sirven entonces el SAI? Un análisis posterior de las huellas podría determinar inequívocamente quienes votaron usurpando identidad y ser enjuiciados por este delito electoral.
Si la oposición está interesada en demostrar sus teorías debe exigir que se realice esta auditoría y si el chavismo está interesado en demostrar que su triunfo fue limpio y que la oposición hace denuncias infundadas también debe exigirle al CNE que realice esta revisión. Sin auditoría de no duplicidad no habrá forma de saber quién dice la verdad.